Page 55 - RC_1968_04_N91

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oponerse a él con amenazas de "una guerra civil in. terminable" .

Según el acta de aquella fecha en el pueblo de San Juan de Limay, el Ejército consideraba que el decreto de convocatoria (.22 1. 1846), menoscababa la libertad de los representantes para reunirse donde ellos determinaron; 10 cual no era cierto, porque el Congreso, una vez instalado, tenía facultades de seña– lar libremente el lugar de su residencia; y por tanto era inexacto que se violara la constitución y que se atentara contra "la libertad de la soberanía". Falso era también que el decreto de convocatoria obstaculi– zaba la instalación del Poder Legislativo y menos que equivaliese al "atentado de disolverlas", lo cual -re– zaba el acta- nunca apoyaría el Ejército. En canse· cuencia de estas falsas premisas, el Ejército descono– cía el decreto del 22 de enero de 1846, y declaraba que se opondría a toda medida que fuera obstáculo a la reunión del Congreso: juzgaba extraviados los pro. cedimientos del Ministerio; llamaba a los ciudadanos a cooperar con él a la defensa de "la libertad de las Cámaras" y concluía con la amenaza de una guerra civil interminable.

Esta acta era un escándalo; algo inusitado en los anales del militarismo insolente, ya que negaba su propia esencia al constituirse en juez que delibera y resuelve.

El escritor Pedro Francisco de la Rocha compren– dió, como Sandoval y Montúfar, el verdadero móvil de aquel acto subversivo, s6lo posible en aquellos días calamitosos en que las instituciones republicanas se veían socavadas por enemigos exteriores e interiores del gobierno. Bien dijo aquel escritor, refiriéndose al acta de San Juan de Limay: "cierto que más fue el espíritu de ciego localismo quien la provocó, que el deseo de las mejoras y del amor a los principios". El Ministro de la Guerra, Lino César, escribió a Muñoz, explicándole los alcances del decreto convoca– torio, y cómo dejaba incólumes los derechos y la li· bertad del Congreso.

Esta explicación dio origen a que se manifestase otra falla en el sistema a caUSa de los avances que venía haciendo el militarismo desde los tiempos de "El Pavo" y el Gran Mariscal. Aceptó Muñoz las ra· zones del Ministro, pero haciéndole saber que lo ha– cía de acuerdo con ssu oficiales, porque encontraba que la opinión del Ejército era idéntica a la del Poder Ejecutivo. Es decir, el Estado democrático de Nica. ragua ya no tenía sólo tres poderes iguales aunque dis– tintos, sino uno más: el Ejército que, por su condición de fuerte, anulaba a los otros tres. ¿Cuán poco ha. bía progresado Nicaragua después que l¡e sacudi6 el sable de aquellos militarotes, si hombres como Muñoz y Máximo Jerez (uno de los firmantese del acta) opi– naban y procedían como "El Pavo" y como Casto Fon. seca!

Fruto Chamarra no podía aceptar esto como de– mocracia; semejante conducta chocaba con sus na. turales instintos de orden. Cada vez se iba afianzando más en su criterio la necesidad de una reforma en que la ley fuera todo y sable nada; en que imperara el orden y obedeciera el militar para mantenerlo y so. lidificarlo.

Enamorado de los resultados prácticos de este este sistema, y no obstante el caos que estaba con– templado, comprendió el poder regenerador del orden y la honestidad, y lo hace notar en su Memoria al Congreso de 1846. Dice en ella que, a pesar de ha– ber sido tan malo el año anterior, por haber conspira– do contra él "la naturaleza, los sucesos y los hom– bres"; sin embargo, demostraba lo que podía esperar. se de nuestra posición topográfica y de nuestro férti,l suelo. Agregaba: "Juicio, tranquilidad y protección la agricultura y al comercio es cuanto necesitamos pa– ra caminar viento en popa hacia la prosperidad". Palabras que eran un programa, cuyas bases ech6

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Fruto Chamorro cuando llegó ~ la Suprema Magistra– tuar; pero tam1;>ién éste, como muchos otros útiles y patrióticos proyectos, debía fracasar ante la revuelta de 1854.

Se explica que le repugnara Muñoz y suS métodos por muy superior que fuera éste como ciudadano al salvaje "Pavo" y al malhechor Fonseca. Lo malo era la escuela de la violencia, del atropelllo, del triJnfo de la voluntad personal contra el justo y suave man– dato impersonal de las leyes.

y fue .muy acertado en declararse contra aquella escuela de la imposición armada, pues ella produjo muchos discípulos que causarían graves desgracias a Nicaragua, entre los que sobresalen Máximo Jerez, que luego resultó muy aventajado en la sublevación, aun– que muy inferior a su maestro en saber manejar . el desorden como recurso para imponerse.

5. FACCION DE BERNABE SOMOZA

En los días del acta subversiva de San Juan de Limay, se efectuó la invasión de Bernabé Somoza a Nicaragua, con una nueva y sangrienta facción.

A pesar del tratado Gotay-Muñoz (25.X.1845), en que El Salvador se obligaba a castigar a los pertur– badores de Nicaragua, nada podía hacer aquel Estado mientras tuviesen ingencia en la cosa pública los co– quimbos Cabañas y Barrios, quienes no descansaban en procurar la discordia civil en Nicaragua, sin ob– jetivo definido.

En El Salvador permanecían asilados los derro– tados del año 1845, entre ellos Bernabé Somoza. El

20 de marzo de 1846, Somoza, acompañado de otros asaltó el cuartel de La Unión, capturó las armas que allí había, cometió vejámenes personales contra los habitantes, arrancólos dinero con la mayor dureza, y a media noche se embarcó en la goleta "La Veloz" con cuarenta compañeros, y vino a desembarcar en El Realejo. De allí pasó a El Viejo, lugar que ocupó por sorpresa el 23.

La noche de ese mismo día Somoza y su pandi– lla comenzaron a poner en ejecución su sanguinario plan. Vivía en El Viejo don Bernardo Venerio, agricul– tor de los más ricos y honorables del lugar, a quien la industria y la agricultura le debían muchos pro– gresos, principalmente en el ramo de la fabricación de azúcar, por medio de las primeras maquinarias que fueron introducidas por él al país. Venerio era muy apreciado y gozaba de altas influencias en el gobier– no; pero también tenía malquerientes que envidiaban en él al competidor afortunado.

Dice el Director Sandoval en su proclama del día siguiente del suceso, que Somoza quitó la vida a Ve– nerio "en su mismo lecho en que yacía enfermo", sin que bastaran a conmoverlo el llanto y los clamores de su esposa y tiernos hijos.. Lo mismo confirman Squier y el viajero inglés Dunlop. Este último agre– ga que cuando Venerio supo el desembarque, avisó al gobierno, pero éste carecía de recursos en ese momen– to para mandarle auxilios; que antes de matarlo, So– moza le obligó a entregar todo el dinero que tenía. Allí mismo éste asesinó al comerciante salvadoreño Domingo Guzmán.

Luego pasó a Chinandega donde mató a Sebas· tián Salario, y más adelante, en el Trapiche de Amaya, "al laborioso hombre de bien", Guadalupe Rivas.

De Chinandega Somoza siguió hasta las inme– diaciones de Managua, y de allí a Jinotepe que logró ocupar. Atacado en ese lugar, Somoza rechazó al ene– migo, pero su tropa quedó en un desorden tal que hubo de retirarse por el llano de Pacaya. Somoza se dirigió a León con ánimo de entrevistarse con los Sao linas y Argüello para arreglar con ellos una alianza, pero fracasó. Su pandilla cometió atropellos en el ca– mino. A un señor Tomás Páiz le exigieron bestias, pe– ro Páiz se negaba a darlas, diciéndoles que eran la– drones. y con otros compañeros- tra1§ de hacer resis– tencia; mas sus armas sólo encendieron el cebo y no

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