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dispararon. Entonces la partida de Somoza encabeza– da por un tal Luis Parrales, alias Vivanca, hizo fuego, y fue Marcelino Luna quien acertó con tiro mortal a Páiz. . , . t 1 t La invaSlOn de Somoza provoco o ros evan a-mientas. José María Vargas y A,polinar Gómez asal– taron el pueblo de Totogalpa y sus habitantes coopera– ron con ellos a cometer asesinatos en las personas del Alcalde policarpo López, del Secretario Hermenegildo Rivera Y de los ciudadanos José María Dávila, José María Gutiérrez Y Dámaso Vargas; y además se lle– varon amarrados a otros seis cuya suerte se ignoraba.

Poco después los facciosos atacan Ocotal por la noche pero les hace frente el Capitán Concepción

Monc~da quien con sólo 3D milicianos, los carga a la bayo~eta en la oscuridad y los dispersa. Los que salen a perseguirlos encuentran a uno de los crimi– nales asaltantes en el camino y sin pérdida de tiempo le aplican allí mismo la pena de muerte.

En Chichigalpa hubo otro asalto poco después. Rompen Y saquean la cas.a de Raimundo Abrego, in– cendian la del guarda Felipe Urbina porque no en– cuentran a su dueño a quien. !>uscan para asesinarll:?, pues poco antes él y su famIlIa han logrado escapar no obstante el fortísimo aguacero que caía y la lobre– guez de la noche. Pero los asaltantes se encuentran con Mauricio Baca, honrado ciudadano que regresaba de Chinandega; lo matan de un modo atroz y le roban la bestia que montaba.

Sin embargo -decía el periódico oficial- hay quienes critican de crueles algunas providencias enér– gicas que el gobierno ha tomado para exterminar a estos monstruos de la especie humana.

Estas medidas rigurosas no podían ser otras, como hemos visto, que aplicar la pena de muerte a los facciosos, asesinos e incendiarios.

En efecto, pronto comenzaron a caer los compa– ñeros de Somoza que iban siendo capturados: Juan Ventura Flores, Ponciano Romero, alias Charingo, Vi– cente Bonilla y Manuel Contrera pagan con su vida el precio de las que habían sacrificado, y el de otras fechorías cometidas.

Nicaragua protestó una vez más a El Salvador por su ninguna acción contra los facciosos OllP oe IIllí

salían a perturbarla, pero reconoció que no tenían nin– gún participo "en los crímenps v ex('esos comptidns nor Bernahé Somoza y sus cómplices". Y como una garan– tía a Nicaragua contestaba El Salvador. dicienon Que el CTral. Cllbañas había sido retirado del Departamen– to dp San Miguel, y el Coronel Barrios estaba destitui· do de toda intervención en la co!':a núhlip" y !':P vial. laban las actividades de ambos. Los prófugos de Ni– caragua refugiados en El Salvador habían sido expul– sados de este Estado ,y se perseguía activamente a los que alín pprmanecían en su territorio.

Uno de los pocos facciosos que todavía vagaban por los alrededores de León y Chinandega, era Juan Góngora, un verdadero bandido, ladrón y asesino, que hacía la guerra sin bandera alguna. Mencionamos este nombre, porque más tarde Máximo Jerez diría que si no triunfaba contra Fruto Chamarra, se convertiría en un GÓngora.

Iba terminando el año 1846 y con él las faccio· nes que venían empobreciendo y desangrando a Nica– ragua Su estado ruinoso se palpa con 10 que pasaba en octubre de ese año. El Ministro Benavente infor– maba al Congreso el día de su inauguración en Mana– gua. que el Poder Ejecutivo atado por la Constitu– ción sin rentas, con déficits mensuales, estorbado por fre,cuentes reclamos, carente de medios y arb 1trios. se

veI~ en esos momentos en uno de sus más perentoriºs a?l'1etos. Las tropas del Departamento de Occidente, sm el pago de su préstamo durante cinco meses co–

me~zaban a dar indicios de insubordinación; el Gral. Munoz amenazaba con separarse del servicio S1 no se

aten~ía a remediar estas necesidades, y había sido preCISO ocurrir al Prefecto y a la Municipalinad Tl"ra que suministraran dinero con qué evitar un desorden. Estos nombraron comisionados que se entrevistaron con

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el Director Supremo en Managua, quien dispuso echar mano de los f<?ndos, destinados a los Supremos Pode– res. Pero no tItubeo en hacerlo, porque Somoza aún era un peligro para el Estado. La pronta acción de Sandoval salvó una vez más a Nicaragua. "Bernabé Somoza -informa el Ministro- que en aquellas cir–

cun~tan~ias se reunió con varios perversos, procuran– do mqmetar los pueblos, hoy se halla solo fugitivo solicitando indulto de la vida". ' ,

Por tradición sabíamos que Bernabé Somoza se valió de la influencia de Fruto Chamarra para que le concedieran garantías. Eran conocidos, acaso amigos antes que Bernabé se fuera a vivir a salto de mata por los campos de la montonera. Arancibia recoge tamo bién este momento histórico de Somoza y Chamarra pero sitúa la anécdota en Granada, mientras que nos: otros la escuchamos como sucedida en "Las Mercedes" hacienda de los Chamarras en Nandaime que admi: nistra Fruto. '

Se encontraba éste en los trabajos, cuando fue avisado por un sirviente qUE;! en la casa lo esperaba Bernabé Somoza. Fruto Chamarra se dirigió allá in– mediatamente, desarmado, no obstante la advertencia del sirviente sobre la imprudencia que cometía. Al lle, gar a la casa, Somoza se mecía en una hamaca pues– ta en el corredor de la casa. Se saludaron. Somoza llamaba "Indio" a Chamarra, según la costumbre de la época en que cada cual tenía su apodo o segundo nombre.

Somo~a venía a pedir que lo ayudara a conse– guir el indulto del Congreso. Fruto Chamarra se lo

ofre~ió y le estuvo dando consejos para que dejara la VIda azarosa que llevaba y se dedicara a algo de provecho. Somoza accedió y se separaron muy cordial– mente.

Pero la Legislatura no convino en un perdón ~in

excepciones. Por decreto del 15 de diciembre de 1846

c<::mcedió a~1?-1stía y olvida general a todos los que hu–

bIese~ partIcIpado en las revl1eltas desde julio del año antenor a la fecha; los declaraba restituidos en sus derechos políticos y civiles. y ordenaba dar libertad a los que estaban presos; pero se exceptuaba a los que desde el exterior se hubiesen introducido al Estado a mano armada, a perturbar el orden público, porque así atentaban contra su independencia y soberanía' asi– mismo se exceptuaba a los que hubiesen cometido ase– sinatos y otros delitos atroces.

Sin duda Bernabé Somoza no consideró que la amnistía lo amparaba, y siguió adelante por su esca– broso camino hasta topar con la muerte.

6. LA DIETA DE SONSONATE

Es preciso hacer una reseña de los movimientos unionistas de la época para comprender la actitud de Fruto Chamarra al culm;nar su v;da polítif'a cn}nn ie– fe de Estado. Sus esfuerzos por la unidad en 1844 y principios de 1845 encontraron. como hemos visto. una oposición solapada. una interpretación aviesa y 1l'1 des– enlace funesto. Ahora vamos a ver si había cambia– do en Centro América el ambiente unionista después de aquellos sucesos.

El mal concepto contra el federalismo se halla– ba tan arraigado, que año con año se celebraba ofi– cialmente en Nicaragua, su separación de la federa– ción, y eran sujetos liberales los que se pronunciaban con mayor energía en favor de aquel paso. Hasta se dio un decreto que prohibía bajo pena de muerte, trabajar por volver al sistema político de 1824.

En 1845 el discurso estuvo a cargo del Pbro. José Estanislao González, quien hizo un examen defl– favorable de la Constitución federal de 1824 y sus ejecutores. Lejos de mlrar a los Estados como verda– deros socios. se les había abandonado a sus cnnvulsio– nes inter;ores, como sucedió a Nicaragua en 1824 por– que el poder general nada hizo para evitar en ePa el derramamiento de sangre incendios. saqueos estando en su poder haberlos evitado. El Salvador y Honduras en diversas ocasiones fueron invadidos por el poder

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