Page 57 - RC_1968_04_N91

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federal, destituidas sus autQridades supremas y sus miembros ultrajados y juzgados con leyes ex post fac– too Los Estados se sublevaron para reconquistar su plena soberanía contra el gobierno federal, empeña– do en retenerlos sometidos a pretexto de que los so– cios debían separarse siguiendo los trámites consti– tucionales.

El 20 de abril del año siguiente pronunció el discurso el Director Sandoval, federalista sincero Y antiguo oficial de Morazán, bajo cuyas órdenes comen– zó sil carrera militar y política. Sandoval habló de "nuestra emancipación de la tiranía federal", y echó la culpa de no haber reconstruido la unión al des– orden provocado por los coquimbos que deseaban una federación centralista y dictatorial como la que había ejercido Morazán. Decía Sandoval: "Aún no hemos podido constituir un poder nacional que nos dé paz y estabilidad en el interior fuerza y respetabilidad en el exterior, por las obstinadas maquinaciones ele los interesados en la restauración del vicioso régimen federo-central" .

y a continuación pintaba el cuadro de miseria V

anarquía que en esos momentos presentaba Nicara– gua, obra de las facciones coquimbas que apoyaban desde El Salvador José Trinidad Cabañas y Gerardo Barrios. Sólo quedaban lamentos, llantos de viudas, desolación, venganzas, divisiones, "y el espíritu de par– tido ejerciendo su maléfica influencia".

Estas eran las lecciones que escuchaba Fruto Chamarra en su país, mientras que del exterior, de Honduras, le venían las imprecaciones e invectivas de Francisco Ferrera. Nos dice Bancroft que en el mensa– je que el Presidente hondureño dirigió al Congreso en enero de 1846, se refería a Fruto Chamorro con des– precio y contumelia, por su actitud unionista en San Vícente, francamente contraria a los tetrarcas que mantenían dividida a Centro América en su provecho personal.

Sin embargo, las realidades del momento pedían unión nacional para defensa propia; pero una unidad extraña; con cada Estado cómpletamente soberano, li– gado por el lazo de un pacto deleznable, únicamente para manejar las relaciones exteriores; es decir, que lo que debía constituir el núcleo más fuerte de la masa que se opondría a los avances del extranjero, sería la parte más débil, de mera apariencia, sin consistencia real y efectiva.

Nicaragua y Honduras se habían comprometido (tratado Escobar-Ferrera, 2-1-1846) a establecer en la República un poder que se encargase de mantener la paz interior y dirigir las relaciones exteriores; y a mandar con ese objeto uno o dos representantes a Sonsonate donde se reunirían con los comisionados de los demás Estados, a procurar el establecimiento del expresado gobierno general.

Días después, Guatemala envió al Dr. Mariano Padilla para que personalmente manifestase a cada Gobierno la necesidad de unirse, y aún pretendía reco– ger a los representantes de los Estados para llevárse– los consigo. Guatemala decía: "Todos claman una voz: nacionalidad, porque esta es la medida salvadora de nuestra patria agonizante". Publicaciones de Nicara– gua denunciaban que "una mano extranjera amenaza imponer un ominoso yugo a nuestra cara patria, apo– derándose progresivamente de varios puntos de la cos– ta en todas direcciones". Se refería sin duda a la ac· ción usurpadora de los ingleses, manifiesta ya en la Costa Atlántica de Nicaragua.

El Salvador por su parte opinaba que todos los gobiernos de Centro América estaban anuentes a rea– lizar la unión, por imperfecta que fuera, "porque es en extremo doloroso ver ultrajada a cada paso la dig– nidad de los gobiernos, siendo preferible no existir que sufrir semejantes y repetidas degradaciones", como decía la nota a Gutemala del 14 de Enero de 184'6.

Nicaragua contestó a El Salvador aceptando con entusiasmo la idea. como que era la más necesitada, por ser el objeto directo de la codicia y agresión in-

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glesa, y que se hallaba dispuesta a concurrir al lugar que designara para la reunión de la dieta.

Pero estaban de por medio los últimos sucesos que habían producido roce entre Nicaragua y El Salva– dor. En este país se encontraban asilados Somoza y Valle; y los comisionados por Nicaragua, Licenciado Laureano Pineda y Pablo Buitrago, se negaron a pasar al vecino Estado por la falta de seguridad, debido a que permanecían en él los trastornadores, caudillos y cómplices de la facción que tantas veces había agre– dido a Nicaragua.

Además, estaba reciente el asesinato de Brau– lio Carrillo, gobernante que fue de Costa Rica depues– to por Morazán; este recuerdo era un aviso de que no había seguridad en El Salvador ni en ninguna parte donde existieran coquimbos. Tal declaraba el diario oficial.

El gobierno de Nicaragua comunicó al de Gua– temala en nota del 27 de mayo de 1846, que sus dele– gados no saldrían a Sonsonate, aunque estaban lis– tos para marchar, mientras El Salvador no satisficiera debidamente los reclamos de Nicaragua. Tales recla– mos no hubieran sido un obstáculo a no verse repeti– dos los desmanes de una nueva facción encabezada por Bernabé Somoza con procedencía de El Salvador la cual justificaba la inseguridad en que se hallarían sus delegados en aquel Estado.

El Salvador, haciéndose cargo de las razones que alegaba Nicaragua, le participaba que Valle, Osejo, Diablo Blanco y Avilés habían sido expulsados de aquel territorio; protestaba que cumpliría los pactos y "no permitir jamás en su territorio a los asesinos de Ni– caragua".

En consecuencia, rogaba al gobierno nicaragüen– se que sin pérdida de tiempo enviara sus comisiona– dos a Sonsonate pam tratar del tema unionista.

Nicaragua reprodujo sus quejas, mas para ter– minarlas y que le fuera posible enviar sus representan– tes a la dieta, propuso a El Salvador someter la dife– rencia a un arbitramento de cualquiera de los Esta– dos Centroamericanos.

Aceptó El Salvador (20-VI-1846), y dando al mis– mo tiempo cuenta de que el 15 de Junio se había ins– talado a la dieta en Sonsonate, excitaba a Nicaragua y a Guatemala a que enviasen sus delegados, sin duda porque los de Honduras y Costa Rica estaban instrui– dos de no participar en las deliberaciones sino esta– ban representados todos los Estados, así como de que los acuerdos debían tomarse por unanimidad y no por mayoría.

El 7 de Julio contestaba el Ministro César que los comisionados de Nicaragua, licenciados José Sa– casa y Francisco Castellón, estaban ya requeridos pa– ra que se incorporaran lo más pronto posible a la die– ta que debía reorganizar la República.

Pero en el breve espacio de un mes, no cumpli– do, acontecieron pequeños sucesos, que sin embargo pusieron de relieve las verdaderas oausas del fracaso de la dieta antes de que pudiese entrar en plenas fun– ciones.

El 28 de Junio llegó a Sonsonate la noticia de que los comisionados por Guatemala Licenciados J. Maria– no Rodríguez y Alejandro Marure, marcharían a esa ciudad muy pronto.

Apenas se supo ésto, los delegados de Honduras se trasladaron a El Salvador, pretextando el mal clima de Sonsonate, como si hasta ese momento echasen de verlo. El 3 de julio, día que entraron los guatemalte– cos a Sonsonate, ya no estaba en ella ninguno de los comisionados salvadoreños ni hondureños.

Mala impresión causó a esto a los delegados gua– temaltecos, y presumieron con bastante fundamento, que la reunión de la dieta ya no tendría efecto. Más les conformó en esta opinión el hecho de que. habien– do llamado a los delegados de Honduras y El Salva· dor, éstos guardaron absoluto silencio.

Un suceso imprevisto vino a rematar la dieta. Entre el 11 y el 12 de Julio hubo en San Salvador un golpe de cuartel.

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