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años sin que se sintiera con más fuerza lo peligroso de mantener la capital en aquella Ciudad (1).

3. OTRO FRACASO UNIONISTA

Flotaba siempre en el ambiente el deseo, o me– jor, la necesidad de renovar la unidad. política de ~en­

tro América, constantemente en conflIcto con el mte– rés de los caudillos o gobernantes que mantenían la división en su provecho personal.

Esta realidad, muchas veces puesta en evidencia, contribuía a desengañar a estadistas como Braulio Carrillo Fruto Chamorro y más tarde a Juan Rafael Mora d~ que no había más camino que consolidar sus propios Estados en la paz y el orden, y llevar a cabo con toda franqueza lo que otros hacían disimulada– mente.

En 1847, un año escaso después de haber fraca-sado el intento unionista de Sonsonate por culpa de los mismos que más proclamaban procurarlo, se reu– nieron en Nacaome, Honduras, delegados de El Sal– vador Honduras y Nicaragua con el mismo intento de re~tablecer la unidad política. Guatemala se negó francamente a asistir; Gosta Rica envió delegados, pero no llegaron a tiempo.

: Motivaba este. movimiento unionista la noticia que venía desde Chile a través del Perú de que el Gral. Juan José Flores, prócer de la independencia sudamericana y Presidente que había sido del Ecua– dor aprestaba una invasión en Europa para recon –

qui~tar a España sus perdidas colonias. Así lo comuni– caban aquellos gobiernos al de Nicaragua por notas oficiales de sus cancillerías.

Era destino de Centro América que sólo impul– sada por el miedo pensara en la mejor solución de sus negocios; pero como la tempestad se disipó, sólo volverá a pensar en unión cuando se vea a punto de perder la nacionalidad e independencia a manos del aventurero William Walker.

El 6 de Junio de 1847 se reunieron los delegados en Nacaome. Concurrieron: por Nicaragua. el Lic. José Sacasa (después se incorporó el Dr. Máximo Je– rez); por Honduras. Mónico Bueso y Coronado Chá– vez; por El Salvador, Félix Quirós y Sixto Pineda. El 7 de octubre estaban concluidos los trabajos de la Dieta. En ella se convino la erección de un gobierno provisinal de la Confederación y la convocatoria a una Asamblea General Constituyente.

Para lo primero se aprobó un pacto, con aspec– to de Constitución, en cuya primera sección se estable– cía alianza ofensiva y defensiva, y se declaraba que el pacto tenía por objeto afianzar la independencia del país "con respecto al exterior", y conservar la paz

y tranquilidad interior. Todo el documento constaba de 11 secciones y de LVI artículos.

Para la convocatoria se firmó otro pacto, que la reglamentaba con 29 artículos.

A fin de apreciar las dificultades que los gobier– nos contemplaban en este nuevo proyecto de unión, I.:esumiremos los principales que el gobierno hondure– no de Juan Lindo, por medio de su Ministro de Re– laciones Exteriores, Gral Santos Guardiola, exponía a la Asamblea Constituyente de su Estado.

. . Aparece como el primero de todos, la aniquila-ClOn de ]a decantada "soberanía de los Estados". No se concebía unión si al mismo tiempo los Estados no conservaban su fuerza y personalidad íntegras, algo bastante incomprensibles con la confusión de fuerzas n,;cesarias para una unión verdadera y eficiente. A parrafo seguido, ]a crítica contra la Constitución Fe– deral . de 1824 por haber adoptado "algunas máximas del SIstema central", a lo que atribuía el gobierno

hondureño los choques que hubo entonces entre el gobierno federal y los Estados.

Por el contrario, encontraba que el pacto de

C:~inandega había. fracasado, porque a la Confedera– ClOn (l~ de San VIcetne de ~844 que nació de aquel) se le dIeron "facultades propIas de una simple dieta'" de manera que en el primer ensayo, según Guardiol~

se pecó por carta de más; y en el segundo, por carta de menos.

Sigue el ministro hondureño asegurando que aunque la Constitución de 1824 y el Pacto de China~­

dega se propusieron ligar a los Estados con un vínculo común, afianzar la independencia del país y conser– var su tranquilidad y paz interiores, la verdad era que el resultado fue "la discordia, la guerra civil y la persecución". Y como un augurio pesimista de la Die– ta de Nacaome, anunciaba que "Unas mismas causas siempre han de producir unos mismos efectos".

El gobierno hondureño encontraba mal que el Presidente de la nueva Confederación tuviese la fa– cultad de reducir la fuerza militar de los Estados. "Esta atribución se opondría -':"dice Guardiola- al primer deber de los gobiernos de los Estados de pro– curar su conservación y respetabilidad".

La creación de las milicias de los Estados inde– pendientes de la jefatura del Presidente de la Repú– blica, fue uno de los más fatales errores de la Cons– titución federal de 1824, apartándose por cierto del modelo, ya que en los Estados Unidos de Norte Amé– rica, aquellos están siempre bajo el mando del Coman-dante General, o sea, el Presidente de la República. Las milicias centroamericanas, sólo sirvieron para pelear contra las fuerzas federales, en apoyo de pretensiones de los Jefes de los Estados, muy ajenas al sentido del sistema adoptado.

~ampoco aprobaban el g~I;>ierno.de Honduras que el PreSIdente de la ConfederaclOn tUVIera bajo su man– do las milicias ni siquiera- de las estacionadas en el lu– gar donde residiera temnoralmente aquel funcionario' esto sería -comenta Guardiola- "una expresa cen: tralización del poder militar". Además, si a la Junta de Delegados· se atribuía la facultad de arreglar lo concerniente a las guarniciones de las fronteras que– daban los Estados incapaces de "oponerse a los 'avan. ces y arbitrariedades que pueda cometer el gobierno General".

Siempre buscando cómo dejar abierta la puerta por donde se colocó el espíritu de trastorno en 1826. Mientras privara la idea de la soberanía irrestri"ta de los Estados, no podía haber unión estable en Centro América.

Pero el punto capital de las objeciones del Minis– tro Guardiola radicaba en la pobreza del tesoro han· dureño, motivo entonces común a los demás Esta– dos, y una de las causas de haberse disuelto la fede– ración de 1824. Decía en su Mensaje al Congreso Constituyente que había un déficit' considerable en la aministración del Estado, y que aun siendo posible que los hondureños pudiesen llenar estos vacíos, nun– ca les alcanzaría para cubrir también "las erogacio– nes que el Pacto de Nacaome les impone".

El artículo ~ del Pacto de Creación de un Go– bierno Provisional era un verdadero adefesio, copia de una vieja ley federal del 17 de Noviembre de 1841. Disponía el Art. XLVIII que cuando se cometiera una trasgresión, la Junta de Delegados debía reclamar al Estado infractor; si éste no la reparaba "prontamen– te", se daría cuenta a los otros Estados; en caso que la mayoría de las Legislaturas de ellos decidiesen que habían habido infracción, los Delegados debían decla– rar traidores y rebeldes a las autoridades del Esta– do trasgresor; "que los pueblos no están obligados a obedecerles ni respetarlas, y que deben renovar-

(1) Sólo en la citada obra del L.íc. Pedro Francisco de la Rocha hallamos pormenores de esos sucesos. En el "Registro Oficial" únicamente están las comunicaciones que participan los nombramientos de los ministros.

1.416 y 411.

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