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gro sino que decidieron enfrentarse a los, que intenta~

ban 'abolir la libertaq de discusión por medios tan cri– minales. Se fueron, pues a la sesión designada para el atentado, pero bien preparados y resueltos a ven– der caras sus vidas.

Ese día la sesión fue tan acalorada como siem· pr e ' la plaza estaba llena de gente sospechosa; no po– día' dudarse de la veracidad del aviso. Fue entonces cuando José Lureano Pineda~ Presidente de la Asam– blea, pronunció aquella frase lapidaria, como otras su-aS: "Muramos como senadores romanos".

y El Gral. Muñoz salió del salón de sesiones y se fue a la Secretaria, donde se puso a escribir. Cha– morro y Corral comprendieron que había llegado el momento decisivo, y ambos se colocaron en la puerta, resueltos a impedir que Muñoz saliera a dar alguna orden. Cuando Muñoz intentó hacerlo, Fruto Chamo–

1'1'0 se le cruzó en el camino, lo tomó del brazo, y

le previno:

-General, sabemos lo que tiene tramado; aquí vamos a perecer muchos, pero sepa que el primero en caer será usted mismo.

Muñoz comprendió que el asunto iba de veras,

Chamorro y Corral mostraban la empuñadura de sus pistolas en la cintura; eran hombres de pelo en pecho

y contaban con gran respaldo. Muñoz cambió de acti– tud. No sólo omiti? tr.ansmitir la orden, sino que dio toda clase de explicacIOnes a Chamorro y a Corral y los acompañó a su casa para impedir cualquier des– mán contra ellos.

En esta ocasión Fruto Chamorro increpó al en– tonces Teniente José Dolores Estrada. ¿Cómo un hom– bre de su honradez pertenecía a un bando tan nocivo a su país, que no tenía escrúpulos de valerse de me– dios vitandos para lograr sus fines? Lo que estaba vIendo era una prueba. Estrada dejó el calandraquis– mo, y en lo sucesivo peleó a la par de Fruto Chamo–

1'1'0. Más tarde, por ese camino, se convirtió en el héroe nacional, vencedor en San Jacinto contra los fi– libusteros.

Por todos estos motivos y por ser imposible ave· nirse los dos bandos en que se fraccionó la Asamblea, ésta hubo de disolverse, y Nicaragua siguió bajo el imperio de las armas. Muy pronto iban a manifestarse quiénes pensaban con más acierto y patriotismo.

CAPITULO 8

TIMBUCOS y CALANDRA:C'AS.

l.-La lucha de aquellos fiempos. 2.-Vuelve la capilal a León. 3.-La anarquía en oriente. 4.-Alzamientos en San Jorge y én Rivas. 5.-0ccidentales y Orientales contra Bernabé Somoza. 6.-Victoria y castigo. 7.-Fruto Chamorro. Prefecto de Rivas.

l. LA LUCHA DE AQUELLOS TIEMPOS

La agitación que hemos visto en el ~eno de la

samblea Constituyente de 1848, no era mas q~e un eJ;?l– sodio de la contienda general en que se debatla el pats. Se luchaba en realidad por el predominio de Oriente y de Occidente; ya se había!l manifestado las intenciones de quitar la capital a Leon y .t~asladar~a a Managua, "para equilibrar la balan~a pohtlCa~xphca el General Isidro Urtecho- entre OrIente y OCCIdente, cuyas pre. tensiones de dominio eran causa de frecuentes distur– bios".

Como el mayor poder que impedía tal camj:)io ra· dicaba en la fuerza armada que re¡:;idía en León al man– do del General MuñoZ!, los políticos leoneses, confun– diendo su conveniencia con el bien común, evitaban a todo trance que Se restara fuerza a Muñoz; y de allí su convivenoia con este general, no obstante que se atribuían al militarismo las grandes calamidades que continuaban arruinando a Nicaragua. Pero esta mism.. resistencia revelaba, mejor que las palabras, que el daño residía en la Comandancia General de las Armas, sobrepuesta siempre al poder civil.

Cuando estaba para terminar el período del Direc– tor José León Sandoval los granadinos apoyaron al leonés José Guerrero, tanto porque siendo occidental contribuía esa actitud a concilar las diferencias loca– listas, como porque Guerrero se mostraba en abierta oposición a las pretensiones del General Muñoz. Guerrero fue electo; pero bien pronto se vio que su malentendimiento con el poder militar era pura comedia para engañar a los granadinos. Resultó como , veremos, todo lo contrario de los que éstos esperaban. La lucha no podía terminar y hubo de recrudecerse. Por ese tiempo los ingleses usurparon el puerto de. San Juan del Norte; el gobierno destacó a Muñoz, qUIen restituyó en él la soberanía de Nicaragua; más pront!l volvieron los ingleses con mayores fuerzas y no solo desalojaron a los nacionales del puerto, sino qU f !iu flota, al mando del Capitán Granville G. Lock, en ro Por el río San Juan hasta las cercanías de Gra-

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nada, y en la isla de Cuba del grupo de las isletas, obli– gó al gobierno a firmar el armisticio del 7 de marzo de 1848.

Desde luego, este convenio fue de lo más humi– llante para Nicaragua. Nuestra patria se obligaba a devolver dos prisioneros que se hicieron en San Juan, y entregar el pabellón mosquito, arriado y avanZiado por las fuerzas de Nicaragua; al mismo tiempo daba ésta explicaciones por el "ultraje" a la bandera ingle– sa, ya que la de Mosquitia estaba bajo su protección; Nicaragua se comprometió a no perturbar la tranqui– lidad de los habitantes de San Juan, y la falta de este compromiso sería "considerado por la Gran Bretaña como una declaratoria de hostilidades". Las tarifas a– duaneras fijadas por los ingleses las reconocía el go– bierno de Nicaragua, al mismo tiempo se vomprome– tía éste a no establecer otra aduana en las inmediacio– nes de San Juan.

Como hemos dicho, estos abusos de la gran poten– cia europea, estimulaban los movimientos unionistas centroamericanos, que, sin embargo, nunca llegaron a nada práctico. Sin embargo, los gobiernos de El Sal– vador y Honduras, presididos por Doroteo Vasconce– los y Juan Lindo, emitieron decretos de un mismo te– nor el 31 de mayo y el 16 de junio, respectivamente, en que declaraban que no reconooían a la nación Mos– quitia ni los derechos que pretendían en la costa Nor– te y en el puerto de San Juan, ocupados por la fuer– za; mientras dicho puerto permaneciera en poder de los invasores, no admitirían la aduana en él estableci– da por los ingleses; El Salvador y Honduras tampoco aprobaron el armisticio firmado en la isla de Cuba, ni cualquier tratado de él derivado que implicara el desmembramiento de Centro América, y menos el de San Juan del Norte, reconocido siempre ca,mo propie– dad de Nioaragua por los mismos ingleses.

2. VUELVE LA CAPITAL A LEON. Natural era que, de acuerdo con el sentido de la

lucha de aquellos tiempos, siendo el Director del Es-

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