Page 67 - RC_1968_04_N91

This is a SEO version of RC_1968_04_N91. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »

tado un leonés, hiciera volver la capital a su ciudad natal. El 16 de julio de 1847

1

tres meses y días des– pués de haber tomado posesion de su elevado cargo, dictó Guerrero un decreto en que se disponia la tras– lación. Los pretextos invocados estaban muy~ lejos de la realidad. El gobierno se trasladaba a León, se– gún leemos en los considerandos, porque las comuni– caciones con la Dieta de Nacaome y con los otros Es– 'Puados Se hallaban "casi interrumpidas por el rigor de la estación, y la distancia que medía entre éste y a– quellos puntos"; que la necesidad de aproximarse au– mentaba debido a la situación en que se habían colo– cado los Estados de Centro América frente a los aza– rosos sucesos de México, empeñada entonces en una guerra con los Estados Unidos; además de esto, la pre– sencia del gobierno en Managua no tenía objeto, según el Director Guerrero, porque todos los pueblos estaban en la mayor tranquilidad; pero sí era indespensable en León para arreglar la administrac'ión, "afianzar la paz y dictar las medidas de seguridad convenientes para el caso de una conflagración general".

Con el Poder Ejecutivo se fueron a León la Conta– duría Mayor y la Tesorería General. Solo quedó en Managua la Tesorería Especial.

Los orientales llevaron a mal esta medida, no tan– to por espíritu lugareño cuanto porque estaban muy convencidos de que la capital en León exponía a los go– bernantes a frecuentes y peli.grosos atentados, como se vio otra vez muy pronto.

Este paso significaba además que Guerrero y Mu– ñoz estaban entendidos, y que el militarismo volvía a imponerse.

De aquí se originó una lucha entre Oriente y Occi– dente, que recrudeció las antiguas rivalidades. El go– bierno, para debilitar a sus adversarios, suscitó un ma– lestar en Granada que luego se extendió al Departa– mento Meridional. El país se dividió en dos bandos que tomaron los ridículos apodos "timbucos y calan– dracas", correspondientes a conservadores y liberales. A los primeros se les llamó así para dar a enten– der que tenían la panza llena, que gozaban de comodi– dades, que eran "oligarcas" o "aristócratas" como se les nombraba en la época de la independencia. A los se– gundos tal vez les venía el apodo de la corrupción del vocablo "calandroja", que significaba "persona ri· dícula y despreciable".

El historiador Rivas atribuye a intrigas de Guerre– ro y de Muñoz esta descomposición. Dice que el go– bierno de Guerrero "fomentó oficialmente la anarquía" y que era táctica de Muñoz excitar al desorden a los calandracas "con el objeto de hacer necesaria la inter– vención de la fuerza pública, y tomar argumento de esos mismos desórdenes para dar ensanche al poder militar". El historiador Gámez acusa a Muñoz de observar una conducta maquiavélica y de que mantenía en agi– tación a los pueblos por medio de agentes privados, pa– ra aparecer a su tiempo calmando enojos y suscitando que lo proclamaran con entusiasmo el "genio del bien de Nioaragua".

Jerónimo Pérez describió así al general en una de sus gráficas prosopografías: "Muñoz tenía la cabeza a– bultada, el pelo lacio, la frente espaciosa, el ojo grande muy vivo, el color amarillento, la cara enjuta, el cuer– po delgado, regular y perfectamente bien formado. Su voz, modo de andar y todos ~Jus movimientos revelaban el aire militar o la superioridad que pretendía ejecer sobre lo que le rodeaba".

El viajero norteamericano Peter F. Stout quien lo conoció personalmente, hace de Muñoz una descripción interesante, que ayuda a explicar su actuación pública. Vivía en su casa particular rodeado de soldados que da– ban el ¡Quién Vive! aún a los visitantes civiles. Poseía Muñoz' estampa de hombre de mando y la facultad de anticipar lo que su interlocutor quería; admiraba a Na– poleón; los grabados de sus batallas abundaban como adornos en las paredes de la morada de Muñoz; y per– sonalmente trataba de imitarlo, usando el característi– co sombrero y gabán napoleónicos. Cuando Stout en-

tró, Muñoz estaba o aparentaba estar engreído en el es– tudio de un mapa de Nicaragua, extendido sobre una mesa. Sus maneras eran suaves en la forma, pero du– ras en el fondo, propias de su condición militar. Bajo las cejas pobladas, sus ojos denotaban un pen– samiento rápido y profundo; pero la resolución que in– dicaban sus labios finos la desmentía cierta indecisión de su mirada vacilante y nerviosa. Dada la expresión de que amoldaría a oualquier situación si así lo exigía su interés privado. "En su p€'rsona -concluye Stout– se adivinaba un aire de astucia, falta de voluntad, el de– seo y solicitud de aplausos no importaba de dónde vi– nieran. Buscaba fama, no el bien público, y en su con– versación había siempre una palabra revolucionaria". Hay una coinoidencia en estas observacones con la descripción que nos dejó Gámez, fundada sin duda en la tradición que él recogió de fuentes directas.

Las intenciones de Guerrero y las costumbres e in– tereses de Muñoz contribuyen a explicar los motivos que restituían a León la capital del Estado. Vamos a ver ahora la revolución que originó tal paso, movida desde las alturas del poder que ejercían de consumo Muñoz

y Guerreroo

30 LA ANARQUIA EN ORIENTE

Las discusiones de la Constituyente y el modo có– mo había sido disuelta por intrigas en que se atribuía parte al Poder Ejecutivo, habían dejado rescoldos de in– quietud. En las tertulias y corrillos se hablaba con ca– lor de aquellos acontecimientos, aún mucho después de sucedido, y no faltan escritores de la época que atribu– yen al fracaso la descomposición que vino inmediata– mente después.

Granada y Jalteva eran entonces dos poblaciones distintas. Había fuerte rivalidad entre el pueblo indí– gena y la ciudad fundada por los conquistadores. Gra– nada quedó habitada por los blancos, J alteva por los indios mestizos; en la primera residían "los del centro", en la segunda "los del pueblo"; los serviles y los libres; los timbucos y los calandraeas. Este antagonismo se manifestó desde los primeros días de la independencia con aspecto de lucha de clases, según queda dicho, y subsistía aún. Jalteva era el cuartel general de los ca– landracas. Guerrero y Muñoz se propusieron resucitar estos viejos odios para lograr sus fines electorales y el aniquilamiento del partido opuesto.

Muchas alusiones encontramos en los escritos de la época sobre que la acción perturbadora procedía de arri– ba. Además de Gámez y Rivas ya citados, nos dice el Lic. Francisco Barberena en la biografía de don José Joaquín Quadra: "desgraciadamente para esta población (Granada) el poder como que parecía conspirar contra ella, pretendiendo anonadarla por medio de disposioio– nes atentatorias a las garantías públicas".

Fruto Chamarra, en una de sus proclamas de 1854 se expresa así: "Os acordáis de aquel Gobernador Mi– litar de 48, que aconsejaba en privado y toleraba en pú– blico que un partido despedazase al otro? Era don Ma– teo Pineda. ¿Os acordáis de aquel Gobernador que mi– raba tranquilo y sereno que sus secuaces incendiasen las casas del pueblo? Era el Dr. Jere~. ¿Os acordáis de aquel Director Supremo que anarquizó a estos depar– tamentos y produjo los horrores de Rivas? Era don José Guerrero".

El comentador de una proclama de Guerrero en 1854, lo acusa de haber disuelto la Constituyente de 1848 por dos veces para impedir la reforma que acabaría con la usurpación del poder militar, y agrega: "Cuando

él .l'ines del 48 dividió esta población (la de Granada) en dos bandos furiosos, favoreciendo descaradamente el uno contra el otro para ganar elecciones a título de fuer– za, y provocar una rebelión que diese por resultado la ruina de la ciudad, obsequió igualmente su sistema de– mocrático".

Ni León se salvaba de la anarquía oficial, pues noS refiere Rivas que para inquietar el vecindario se inven– taron allá "las panteoneñas"o Consistían estas tretas

Page 67 - RC_1968_04_N91

This is a SEO version of RC_1968_04_N91. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »