Page 74 - RC_1968_04_N91

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· '-Comandante. ¿qUIen mató al negro Santamaría? -General -contestó temblando el Comandante-. yo lo fusile lle orden suya.

-Es cierto que dí esa orden, pero le mandé a de-cir que ya no la ejecutara. .

-General, esa contraorden no vino a tiempo! -Mande a formar el pelotón que lo mató! Los soldados llenos de miedo, se alinearon frente al cuartel. ante el cadáver del fusilado. Somoza se me– tió la mano al bolsillo y sacó moneditas! amel'Ícanas de plata de a diez céntimos. llamadas dimes, y comenzó a dar dos a cada soldado, diciendo:

-Tomen, está bien muerto; era un negro muy malo!

Entretanto, Muñoz y Chamorro, se acercaban a Ri– vas, y el 14 de julio dieron combate a Somoza en dicha ciudad. Fué muy sangriento y reñido. pero Muñoz era superior general y estaba mejor armado que Somoza. Este sufrió una tremenda derrota y se retiró a San Jorge. Fruto Chal1lorro fué destacado para que lo persiguiera. Cu!ando llegó al puerto, no lr:lbía señas de huestes re~

beldes. Somoza estaba oculto o bien huía por los mon– tes. Chamorrg se instaló con algunos de sus oficiales en la casa de Cantón, uno de los caudilloSI rebeldes. La hija de éste, nombrada la Cantona, mantenía relaciones amo– rosas con Somoza. En una pequeña pieza descansaba Chamarra en una hamaca, mientras sus oficiales habla– ban de los recientes sucesos, alardeando de hacer esto y esotro con Somoza, si caía ensus manos. Alguien men– cionó a la Cantona, y entonces se abrió una estrecha puerta que daba al barajeque contiguo. En ella apare– ció la figura de un hombre corpulento, empuñando una lanza que golpeaba contra el piso.

-¿Quién habla de la Cantona? ¡Aquí está Somo– za! exclamó el hombre de la lanza.

Los oficiales Se dispersan; Chamorro se incorpora en la hamaca, requiriendo su pistola; Somoza volvió a hablar:

-No tengas cuidado, Indio; sólo a vos me rindo! -Bernabé. ¿tú a.quí? -díjole Chamorro-; tengo que arrestarse en cumplimiento de órdenes.

-No hay cuidado Indio; estas cartas me salvan. Y mostraba un paquete.

-Ellas te perderán -le advirtió Chamarra, sa– biendo que a los culp'lbles les sería preciso eliminar al cómplice de aquellos desórdenes.

y así sucedió. Chamorro tuvo que conducirlo a Rivas; era subordinado y debía cumplir instrucciones. Cuando le pusieron grillos y esposas, Somoza comentó:

-Esto no es cosa del Indio; lo conozco bien; e,.,to es orden del bandido de Muñoz.

Somoza fué sometido a consejo de guerra, presidi– do por Muñoz, condenado a muerte y fusilado en la pla– za de Rivas. el 17 de ese mismo mes de julio. Acababa de cumplir 34 años de edad. Colgaron su cadáver de un poste, feo espectáculo con que imitaban el trato que él había dado al cadáver del Capitán Martínez, hasta que la fetidez obligó al vecindario a deposiitarlo en cristia-na sepultura. .

Hubo otros procesos y otras ejecuciones. Juan Lu-

go, Apolinar Marenco, alias Veintiuno Marenco, llamado asi porque en una de las manos tenía un dedo más y Garlas Barillé\s, fueron pasados por las armas. Per~ a lVIalenco lo ajusticiaron por haberlo pescado cuando huía con las alforjas repletas de vasos sagrad'os y otras joyas.

En el proceso de Lugo fué llamado a declarar l!'ul– gencio Vega, mas se negó a deponer, porque Lugo era su enemigo. Habiéndosele preguntado en qué consistía esa enemistad, explicó que el año anterior, cuando la anarquía reinaba en Granada, él se refugió con su fami– lia en la casa de los Padres Lugos, en busca de garan– tías; en el zaguán l'econoció Juan Lugo a la hija de Vega, menor entonces de pocos años, y todo fué verla para echarle encima el caballo que montaba; pero ella y su madre se salvaron, huyend'o al interior. Más tarde, el propio Juan Lugo manifestó que había conocido bien que era la refugiada doña Mercedes de Vega y que al verla en su casa, se le había sobrexcítado la sangre y por eso le lanzó el caballo.

Al joven Barillas lo defendió el granadino timbu– ca, Lic. Juan José Zavala. Barillas pidió a Muñoz una entrevista. para explicarle que no había cometida la trai– ción que se le acumulaba, que si se había sublevado, era obedeciendo órdenes superiores. Muñoz se negó a oír la defensa de Barillas, y Zavala contrajo la enfermedad mortal que lo llevó pronto al sepulcro, impresionado por tanta inquietud e injusticía.

La conducta eje Fruto Chamarra en aquellos días terribles fue digna de su carácter magnánimo y caballe– roso. Bernabé Somoza había impartido órdenes a su her mano Anastasia para que fusilara a la madre del que fué después Gral. Rafael Caracas, quien estaba asilada en casa del Cura Avendaño. Anastasio aparentó que iba a cumplir el terrible mandato; pero de sentimientos más nobles que su hermano, avisó al Sr. Gura que ocultara a la designada víctima. Anastasia hizo que la, buscaba y no la encontró. El hermano se puso furioso, echó sa– pos y culebras, denunciando que aquello era una farsa y amenazando que mataría a Anastasio por desobediente; pero no pasó nada. Ahora que las cosas habían mudado tanto, Anastasia Somoza se hallaba recluído en la cárcel, amenazado quizás hasta en su vida.

Entonces Fruto Chamarra se acercó al Sr. Caracas y le refirió lo que Anastasio había hecho por su madre, y cómo le había salvado la vida a riesgo de la suya propia.

-Vaya a visitarlo en la cárcel -le aconsejó-, suavice su penosa sítuación, y haga lo que pueda por salvarlo.

Caracas acató el consejo y con su influencia con– siguió la libertad de Anastasia. Antes de salir éste para su casa de San Marcos, fué a deSlpedirse de Fruto Cha– marra. a quien dijo:

-Sé lo que Ud. ha hecho por mí; se lo agradeceré siempre, y cuando se encuentre en dificultades, yo es– taré a su lado.

y cumplió su promesa. En 1854 llegó a combatir hombro con hombro con Fruto Chamarra, y murió va– lientemente en el sitio de Granada. (1).

(1) Resumiendo estos sucesos, escribe don Anselmo H. Rivas en "El Diario Nicaragüense" del 11 de noviembre de 1886: "El General Muñoz, que era Comandante General de las Armas de la República, bajo las órdenes del Director Supremo del Estado, Lic. don José Guerrero, puso los destinos de esta población (Granada) en poder de los anarquistas, y armó al pueblo de Jalteva, como una a·menaza para esta sociedad. Este hecho demuestra lo que tantas veces hemos afirmado, a saber: qUe los que se han llamado liberales en Nicaragua han estado siempre listos para servir de instrumento a todo pensamiento insa·no. y en la ~poca a que nos referimos es– te tristísimo papel quedó más de manifiesto, porque los pobres liberales, después de haber servido a maravi– lla los intereses del Gral. Muño7i y del Director Guerrero para comprimir a los conservadores y sacar electo Director al Sr. Lic. don Norberto RamíreZ', fueron cruelmente sacrificados por los mismos que los habían le· vantado cuando, considerándose ya con vida propia. se tomaron la libertad de obrar por su propia cuenta. Varios conservadores hicieron poderosos esfuerzos por salvar a los desgraciados, entre otros recordamos que ~l

señor Lic. don Juan José Zavala. defensor de don Carlos Barillas. solicitó con insistencia una entrevista que pedía su defendido con el Gral. Muñoz, en la cual aquél se proponía demostraT al último que el delito de traición porque se le condenaba lo había sometido por órdenes superiores. La entrevista fue negada, y el señor Zavala se sobreexitó, v, a causa de las impresiones desagradables que había recibido, contrajo la enfer· medad que puso fin a sus días".

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