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quía extranjera, sino también "reconocer las pre– tensiones a la soberanía de una tribu salvaje". Squier supo captarse las simpatías de los n~ca­

ragüenses, quienes lo I?ro~~amaron salva.dor de Nica– ragua. Fácilmente conslgUlo que el goble~no de ~a.­

mírez contratara la apertura de un canal mteroceam– co por medio de la "Compañía Americana del Canal Marítimo Atlántico-Pacífico", representada en Nica– ragua por David L. White (22. IX. 1849). Este, que fue uno de los dos acontecimientos que deseamos señalar, dio origen a la Compañía Accesoria del Tránsito, el verdadero fin de aquel tratado que no era más que un pretexto. Esta idea iprivaba a~n entre los. ameri.canos y extranjeros residentes en NIcaragua. ASI lo diCe el Ministro Bozman Kerr, en su nota 25. VII, 1851.

El artículo 30 del tratado estipulaba que en caso de ser imposible la construcción tota lo parcial del canal, la Compañía se compr~metía a hacer un. fer~?­

carril un camino de carruaJes o una comumcaClOn por ~gua entre los dos océ.anos.. Pronto declaró l~

Compañía que el canal era IrrealIzable, logrando aSI quedarse con sólo la Vía del Tránsito, causa de mu– chas desgracias que sobrevinieron a Nicaragua.

El otro acontecimiento consistió en la creación de la Representación Nacional de Centro América, es– pecie de confederación de Nicaragua, El Salvador y Honduras, convenida en Chinandega el 8 de noviem– bre de 1849. Se trataba de una reunión para manejar exclusivamente las Relaciones Exteriores de los tres Estados; mantener la integridad del territorio, expedir patentes de corso, declarar la guerra y hacer la paz (1); sostener la independencia de los Estados; dirimir las dificultades que ocurrieran entre éstos, o con los particulares, o con naciones extranjeras.

La contextura de esta nacionalidad era débil, más aún que la disuelta Federación de Centro Amé– rica. Se menospreció el plan de unión que elaboró Fruto Chamorro en 1845 (váase Capitulo '0, porque éste sí era de verdad un lazo que ataría para siempre y estrechamente a los tres Estados, confundiendo en una sola sus tres soberanías, sus tres ejércitos, sus tres haciendas, sus tres poderes Ejecutivos, Legislati– vos y Judiciales; mas eso era lo que no se quería. Pro– curaban engañarse mútuamente con falsos unionismos, porque la primera palabra que se consignaba era la conservación de las pequeñas soberanías.

Ya veremos cómo ese falso unionismo sólo sir– vió para ensangrentar una vez más a Centro América, y en particular a "Nicaragua,

2. ANTES DE LAS ELECCIONES

Luego que pasó la anarquía de los años 1848 y 1849, el país no quedó completamente tranquilo. Las cartas inéditas del Lic. Francisco Castellón al Sr. Francisco Gavarrete dan curiosos pormenores de aquellos días. Decía Castellón a su amigo: "Hay varios motivos para temer nuevos sacudimientos". Y a fi– nes de diciembre de 1849 le informa que la crisis elec– toral de diputados y senadores estaban a punto de al– terar el orden. Además, divisaba nubes oscuras en El Salvador y Guatemala, Ante estas espectativas, excla– ma desconsolado Castellón: "¡cuándo veremos la paz del Señor entre nosotros?"

El año de 1850 se inicia trágicamente en León. el 2 de enero hubo un asalto al cuartel. Squier lo describe con su estilo animado y realista, sin omitir un detalle. Era después de mediodía, cuando MI'. Squier y un amigo se disponían a dormir la siesta; en eso oyeron varios tiros en dirección de la plaza. Squier creyó que se trataba de bombas para celebral" alguna fiesta. Pero de pronto aparece su sirviente ame– ricano y le dice:

-Señor, me parece que tenemos revolución.

-No, Ben, será sólo una fiesta.

-Pero, señor, las balas están cayendo en el corredor.

Y al mismo tiempo se oían voces que venían de la calle: "¡Un asalto de las armas!" Y una multitud

~e niñ?s y mujeres cop -rostros llenos de espanto, lrrumplan por. el zaguan en busca de refugio bajo la bandera amencana.: Pronto la casa del Ministro se vio invadida de toda clase de gente con baúles bultos maletas, cajas, en demanda de amparo, pará salval: sus vidas y propiedades.

Squier montó a caballo y salió a la plaza acom· pañado de Ben y otros dos paisanos suyos. En ese mo– mento el Director del Estado con su Secretario, se abría paso hacia el lugar del disturbio, mientras que al mismo tiempo el Gral. Muñoz, a la cabeza de sus soldados con bayoneta calada, se dirigía al frente del cuartel objeto del asalto. Allí los desplegó en guerri· llas y cabalgando frente a la línea, gritaba: -¡Viva el Supremo Gobierno! ¡Mueran los enemigos del 01'–

den!- Exclamaciones que exaltaban el entusiasmo de sus hombres.

Pronto pasó el peligro; dos asaltantes queda– ron muertos, otros huyeron. Al despejarse la plaza Squier contempló un tétrico cuadro. En el suelo, em: papado en sangre, se veía el cuerpo de un hombre ves– tido con distinción. Arrodillado a su lado estaba una mujer que contemplaba con dolor el cuerpo ensan– grentado. Era él José María Morales, Magistrado de la Corte, y ella su hermana. Cuando sonaron los pri– meros tiros, Morales salió a cumplir su deber de de– fender al gobierno, y su hermana le siguió para pro– tegerlo pero un balazo derribó a Morales, quien apenas pudo proferir esta queja:

-¡Mi hermana!

En medio de estos dolores, se hacían sentir las insolencias del cónsul inglés, Mr. Chatfield quien ame– nazaba: Inglaterra no permanecerá indiferente si para solucionar las diferencias ,de límites con Costa Rica. se adopta otro medio que no sea el amistoso.

Castellón observa también la división de los partidos, tal como lo hizo el Director Ramírez. Sin duda esto ha sido muy peculiar y visible en Nicara– gua. Hay paz, aunque el país está "siempre dividido en partidos que se temen mutuamente". Esta es la cla– ve de los partidos en Nicaragua; más que de princi– pios, las diferencias radican en el mutuo temor, y de allí que cada uno trate de tomar el poder a toda costa o de retenerlo por todos los medios posibles.

y por eso añade que se temía que las elecciones de fines de año confirmaran los rumores ya circulantes de un nuevo trastorno.

Sin embargo, había esperanzas en que el canal consolidaría la paz; aunque por ese tiempo ya los ni– caragüenses comenzaban a perder la fe en el des– interés del apoyo norteamericano. Castellón tuvo acer– tada visión a este respecto. "Esta empresa -dice re· firiéndose al canal- no es, a mis ojos, sino una qui– mera irrealizable, al menos por mucho tiempo, pues la compañía americana parece no haber procurado más que una vía de tránsito para California. Estaba ya patente que las intenciones del tratado de canal no eran tanto realizar esta obra, como tomar posesiones ven– tajosas con respecto a los ingleses. Las cartas de Cas– tellón reflejan esta desconfianza que ya andaba entre las masas. En la suya a Gavarrete del 10 de mayo de 1850, leemos: "Los ingleses en San Juan han cometi· do un atentado escandalosos, vapuleando a unos ni– caragüenses indefensos. Los norteamericanos en El Realejo se conducen mal con las autoridades y vecinos.

i. Qué podemos .esperar de uno y otros? Ellos se par– t;rán nuestros despojos. Oh! Cuántos peligros corre al presente nuestra independencia!"

El panorama electoral de 1850 lo describe así

(1) En l'eforma que se le hizo el 12 del mismo mes y año, se le agreg'ó que para sosener la independencia la Representación Nacional pedía "expedir patente de COI'SO, declarar la guena y hacel' la paz".

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