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cargo, Y no iba a permitir que se vertiera la sangre nicaragüense por satisfacer pequeñas rencillas o des– ahogar innobles pasiones. No puede gobernar a Ni– caragua, dice Pineáa, quien por conviccón es tole– rante. "Yo renuncio al destino", declara, porque se trata de salvar la tranquilidad; el sosiego público co– rre inminente peligro, "por estar yo en el poder".

Pero el Congreso no aceptó esta generosa re· nuncia; no creyó que hubiese en Nicaragua nadie tan malvado como para derrocar a un hombre al esti– lo de Pineda, famoso por su moderación, por sus lu– ces y por la honestidad de sus actos públicos y priva– dos.

Al día siguiente, Pineda decretó que el gobierno se trasladaría a León el 8 de julio.

5. INTRIGAS CONTRA FRUTO CHAMO,RRO

Pero ni a Pineda ni a Chamorro arredró la actitud agresiva de Muñoz contra el plan de sanea– miento. Ocurrió entonces aquella anécdota que nos re– fiere Aneslmo H. Rivas. Muñoz recibió al Director y sus Ministros con una parada militar ostentosa. Algo diría el General al Ministro de la Guerra sobre aquel alarde de sus fuerzas. Se proponían sin duda Muñoz acobardar al Ministro, pero Fruto Chamorro le con· testó:

-General, recuerde que cuando fuí subalterno suyo, supe obedecerle; ahora que soy su jefe sabré hacerme respetar.

El 12 de Julio el Director y Ministro promulga– ron en León otro decreto que las Cámaras habían apro bado en Managua el 4 de ese mes, el cual reducía en tiempo de paz la fuerza permanente a 500 plazas, fuera de los resguardos de hacienda y de la policía de seguridad.

Pocos días después, el 20 de Julio, dictó Muñoz una orden general en que declaraba que él ya no era Comandante General; su autoridad, según él, había concluído junto con la existencia de los reglamentos; esperó la llegada a León dol Poder Ejecutivo para ver qué arreglos se convenía, "dispuesto a hacer toda cla– se de sacrificios por conservar el orden"; pero las le– yes decretadas no dejaban ninguna facultad al Poder Ejecutivo, y todo había sido en vano. En consecuen– cia, se declaraba "sin ninguna autoridad militar", y

ordenaba a los jefes del "ejército disuelto" que que– daran sujetos al oficial de mayor graduación.

Por supuesto que esto no era más que un pretex– to para ponerse al margen de la disciplina y conspirar con mayor desembarazo. Y así lo hizo desde enton– ces Muñoz, porque, comprendiendo que Fruto Cha– morro era el nervio y sostén de este movimiento de cortar alas al militarismo y reducirlo a su propia mi– sión, comenzó a intrigar en compañia de los interesa– dos en ese problema que, como llevamos dicho, esta– ba entreverado con el traspaso de la capital a Mana– gua, para alejar a Fruto Chamorro del lado de Pi– neda.

Persuadieron a éste de que Fruto Chamorro era

un estorbo para el prestigio del gobierno; atribuyeron a él la agitación que estaba causando Muñoz; pusieron en juego los intereses localistas para concitar al Mi– ni.stro el odio de los leoneses, y en fin, aseguraron al Djrector que el mejor modo para volver a la tran– quilidad era separar a Fruto Chamorro del Ministro de la Guerra.

Cuando Chamorro comprendió que Pineda es– cuchaba al fin estas voces, anunció su retiro. No se lamó a engaño, sin embargo, sobre los verdaderos fi– nes que se proponían los conspiradores, cual era privar al Director de su mejor apoyo, y le advirtió antes de partir a Granada.

-Conozco las intenciones de mis enemigos -di–

jole Chamorro; -estoy seguro que antes que llegUe a Managua, algo va a pasar aquí.

El Director Pineda nombró al Coronel leonés Francisco Díaz Zapata, Ministro de la Guerra para re– poner a Fruto Chamorro (1).

6. EL CUARTELAZO DEL 4 DE AGOSTO

Tal como lo había predicho Fruto Chamorro, po– co después de su separación del Ministerio, sucedió el cuartelazo del 4 de agosto de 1851.

Ese día por la noche, una escolta condujo preso, al cuartel al Director Supremo del Estado, Lic. Lau– reano Pineda, y a sus Ministros Lic. Francisco Gaste– llón y Coronel Francisco Díaz Zapata. Esa misma no– che se les montó en sendos machos de carga aperados al estilo de los que usaban en la colonia para pasear a los delincuentes "por las acostumbradas", y se les llevó a Playa Grande, en el Golfo de Fonseca, en dos días de viaje, a la intemperie, bajo el sol y la lluvia. Así se les embarcó en la ya célebre goleta "La Veloz" y se les arrojó a las costas de Honduras. (2).

Inmediatamente después del golpe, algunos miembros del ejército sublevado y otros sujetos de os– curo nombre redactaron una acta en que consignaban los motivos del levantamiento, unos verdaderos y otros falsos. Achacaban a la administración de Pineda ha– ber "destrozado" la Hacienda Pública, lo cual era fal– so; que había disuelto la fuerza militar, cuando en realidad se trataba de hacerla inofensiva a los dere– chos del Poder Ejecutivo, y era Muñoz quien en ver– dad le había dado el golpe de gracia; ]a acusaba de ha· ber aniquilado los capitanes de capellanías, complica– dos las relaciones exteriores y alterado la paz y ar– monía. Lo de las capellanías había sucedido antes, por un decreto (2. IV. 1851) que autorizó el propio Lic. Justo Abaúnza, ahora jefe civil de la revuelta; y

lo de las relaciones exteriores era una alusión al úl– timo esfuerzo de unidad política que fundó la Repre– sentación Nacional, a la cual se atribuyeron aquellas relaciones. Por último, en el aeta salía a relucir el cargo de que la alteración de la armonía se debía a las últimas leyes que derogaron los reglamentos miltia– res y redujeron el contingente de tropas, que tanto irritaron al General Muñoz.

Acordaba el acta nombrar Director provisional

(1) Don José Dolores Gómez relata confusamente- los SUcesos anteriores (Historia de Nicaragua, pg. 567). Hace Pineda trasladar la capital de León a Managua, para luego restituirla a León. Nada de esto sucedió. Pineda to– mó posesión en Managua, se detuvo allí hasta el 8 de julio, día en que se trasladó a León. De esta ciudad ya no salió sino lanzado al destierro por Muñoz.

(2) El Charge d' Affaires de los Estados Unidos, Mr. John Bozmal1 Kerr, en su despacho al Secretario de Estado

Mr. Webster, fechado el 11 de diciembre de 1851, dice que Castellón preparaba otro golpe para el 5 de agos· to con pe.ligro de las vidas de Pienda, M~ñoz y el Ob~po; tambi~n dice que los ex-Directo>res Buitrago y Gue. rrero teman su plan para deshacerse d~ Pineda, de Munoz y demas, y quedarse ellos con el gobierno (Man· ning, VI, pg. 255). Respecto de la conspIración de Castellón, algo corrobora a afirmarla el hecho de haber insi. nuado éste a Pineda que renunciara, cuando ambos se hallaban en la cárcel la noche del 4 de agoso con que todo se arreglaría. A lo que contestó Pineda: Prefiero cortarme la mano antes que renunciar. .'

Refiriéndose a esto, dice "El Defensor del Orden" número 30, que Castellón "estaba desde el mismo ga· binete ~inisteria!, fragu~~o la caída del Gobierno ~~e servía, o diremos mejor, al Director Pineda, para co– locarse el; y segun la cromca de entonces, esa revoluClon (la del 4 de agosto de 1851), se precipttó pal'a con· trariar y sofocar la del Ministro inmaculado".

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