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do a la Asamblea, quien decretó mantenerlo separado de la Representación Nacional mientras no se "in–

demni~ara" de los cargos que se le. habían hecho de haber tomado participación en el cuartelazo el 4 de agosto (Decreto 25, VI 1852). No es probable, pues, que Abaúnza ni Jerez, quienes gozaban de inmunidad, hubiesen sido detenidos cuando se rindió León y es lo cierto que sus nombres no figuran entre los que habían de ser procesados en consejo de guerra.

¿Y cuál era la aotitud de los presos? Hallamos la respuesta en una nota del Lic. Pedro Zeledón en que explica al gobierno salvadoreño el desenlace del conflicto, fechada en Managua el 20 de febrero de 1852, de la cual es el siguiente párrafo: "Entretanto, no cesaba de hacerse sentir la justa indignación del pueblo que tanto había sufrido, y mientras el ex· general Muñoz y otros presos que había entregado el Gral. Lope, continuamente herían los oídos del Sr. General Fruto Chamorro, de sus Jefes, Oficiales y

tropa, con expresiones ingratas y ruines, aquel Jefe con las fuerzas del gobierno, les garantizaba y man– tenía la seguridad y el respeto a sus personas, a cos– ta de grandes peligros".

El 14 de noviembre Fruto Chamarra comenzó a ¡poner en obra su plan de sanciones de acuerdo con las instrucciones del gobierno legítimo. Ese día pasó una comunicación al Ministro Americano, pidiéndole una lista de los americanos residentes en Nicaragua, tanto de los que habían sido fieles a la neutralidad, coom a los que formaron en las filas de los alzados, a fin .de prceder conforme a la ley contra éstos, "ya que tan felónicamente se han comportado contra mi go– bierno amigo y aliado del muy poderoso que V. E.

reresenta dignamente".

Ante esta actitud resuelta, Bozman Kerr dirigió dos comunicaciones ese mismo día. Una al Gral. Lo– pe y otra en contestación al General Chamarra. En la primera reclamaba Bozman Kerr el cumpli. miento del convenio, que según él, se había suscrito en Chichigalpa el 11 de noviembre entre 'Lope y Mu– fioz, garantizando con la palabra de caballero y mUl. tar que el hondureño había dado al diplomático nor· teamericano.

Con esa misma fecha contestó el Gral. Lope, di– ciéndole entre otras cosas: "yo no he celebrado n;' po– dido celebrar convenio alguno, porque estaba a las ór– denes del Gral. en Jefe del Ejército de este Estado: ni del General en Jefe, ni de Su Gobierno, ni del mío he tenido instrucciones para tratará; que lo único que hay en el caSo es que ofrecí garantizar la vida de los facciosos, mientras su gobierno disponí de ellos; y que V.S. ofrecí como militar y como caballero que los facciosos norteamericanos serían garantizados de la misma manera".

La comunicación a Fruto Chamorro contenía ex– presiones salidas de tono por parte de Mr. Bozman Kerr. Alegaba éste que el convenio de Chichiga1pa ga– rantizaba asímismo a los aventureros yanquis, y ma– nifestaba "su asombro a la intimación de una natura. kza tan severa contra los pocos americanos extravia. dos"; que éstos mismos habían tomado parte en el ce– remonial de la restauración de la paz, encargados de la artillería, "contra quienes el Sr. Gral. Chamorro se deleitaba ahora, expresando amenazas de una sumaria venganza" . El siguiente párrafo es el colmo de la grosería: "La ejecución militar de una sola persona,

~decía Mr, Kerr-, aún la más ínfima, después de la solemne transacc;:ión de Chichigalpa, sería un asesina– to; el infrascrito está muy seguro de que esta opinión será apoyada y sostenida por todo gobierno ilustrado y filantrópico de la Cristiandad. Seria un ultraje sin igual en.1a historia antigua y moderna, y la fe púnica, junto con la perfidia de Nicaragua, pasaría de gene– ración en generación, como un clamor vivo y perpe– tuo" .

Estos desahogos sólo eran explicables en Un ex.

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ceso de celo por salvar a sus conciudadanos de ser juzgados, y quizás condenados á muerte, como lo me– recían por filibusteros, aunque es seguro qUe se les hubiera perdonado del mismo modo que a su cómplice mayor, el tal McClain. Fruto Chamarra negó enérgi. camente una vez más que hubiese existido el conve. nio de Chichigalpa, insistiendo en que el Gral. Lope sólo había garantizado la vida de Muñoz y compa. ñeros, incluyendo los americanos, "mientras el Supre. mo Gobierno. del. Estado d.isponía lo conveniente". En otro párrafo se refiere Chamorro a los nortea– mericanos que, violando el derecho internacional se habí"'n asociado a los traidores contra el Directo~ y sus Ministros. Y después de haberle enrrostrado al diplomático norteamericano este feo acto que él estaba ahora defendiendo, agrega: '~El Sr. General en Jefe cree que S.E. al suponer deleite en el infrascrito le hace injuria, porque sus sentimientos son huma~os

aunque muy rectos". ' Fruto Chamorro dice al Ministro que se siente seguro de que el Poder EjecutivO de Nicaragua mere. cerá la aprobación de los gobiernos civilizados por castigar a un general que recibió honores y reco~pen.

sas, y los pagó con traición' del mismo modo está seguro de que todo gobierno, 'aunque no sea cristiano condenará el crimen de Mufioz y "la perfidia de unos pocos americanos" que apoyaron a los traidores su. ceso que se recordará por generaciones' y tampo~o se olvidará que habiendo el Ministro Am'ericano garan. tizado con su firma el cumplimiento de una sentencia de expatri~ción recaída en. McClain, no cumplió éste con ella, SIno que se VOlViÓ a Le6n "a contínuar la guerra que los traidores hacían al Gobierno". (Co– municación del 18. XI 1851).

E':l.medio de tantas dificultades, que se oponían a conCilIar el orden, el cual no es posible sin la debida sanción para quienes lo quebrantan, Fruto Chamorro seguía su tarea de saneamiento. Por acuerdo el 13 de noviembre destituyó al Contador Vista de la Adua. na d~l Realej~, Cornelio Narváez, tanto par hacer eco– nomlas, cuanto. por "castigar la infidelidad de los que faltando a sus deberes, obedecieron a las autoridades

i~e~ale~, que el cuartel de León creó el 4 de agosto ulhmo. El 16, otro acuerdo para destituir a Jacobo Chévez por "haber faltado a sus deberes y al juramen. to de fidelidad que tenía dado al Supremo Gobierno suministrando a los traidores de esta plaza desde ei 5 de agosto los fondos públicos que debiera conser. var". Tanto Narváez como Chévez o sus fiadores quedaban obligados a reintegrar las actividades de qU~

habían dispuesto ilegalmente.

A pesar de todo, en iLeón no Se aquietaban los ánimos, El sentimiento popular estaba exaltado contra los revoltosos que así habían puesto en peligro la paz del Estado y acaso el bienestar de la ciudad. El 11 de d'iciembre el gobierno de Pineda autorizó al General en Jefe del Ejército Restaurador del Orden para que, "con– s1;1ltando las particulares circunstancias, adopte los me– dIOS que sean bastantes para restablecer el orden en la ciudad de León y pueblos del Departamento Occidental

y dar confianza y seguridad a todos sus habitantes".

Fundaba esta actitud el gobierno e informeS! que le llegaban de León de hallarse dicha ciudad en el mayor

?esor~en, "por las exigencias inmoderadas y la amenaza

mme.d~~ta a la seguridad de los individuos que redujo a pnSlOn el Sr. Gral. don Francisco Lope el día 11 del mes pasado .... "

Insistimos, pues, en esto: el gobierno de Pineda se empeñaba en conservar la vÍ.da de los presos, y no en levantar patíbulo como se ha dado en propalar reciente– mente.

Una prueba de otro esfuerzo que en ese sentido hizo Pineda está en su decreto del 12 de diciembre de aquel año tan fecundo en emociones. Para no desairar los deseos de sus confederados El Salvador y Honduras;

y, como lo explicó después el Ministro Zeledón, el Go-

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