Page 85 - RC_1968_04_N91

This is a SEO version of RC_1968_04_N91. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »

bierno de Nicaragua "si bien debía Óu.brir de alguna ma– nera sus providencias, celebra que se' les facilitase un desenlace suave y filantrópico", dictó su decreto del 12 de diciembre.

Decía Pineda en él que la duda de si existía o no el convenio de Chichigalpa, debía resolverse a favor de lo:: reHdidos en obsequio a la humanidad; pero como se desconocían los términos <lel mismo, era razonable li– mitar ese favor a la garantía de 'la vida, sin perjuicio del del'echo que la sociedad tenía de infligir algún cas– tigo a los qUe ultrajaron sus fueros y la pusieran al ~or­

de de la anarquía; porque "de oh'a suerte, la impumdad de tan enorme crimen daría margen a su repetición",

En resumen, el decreto garantiza.ba la vida de los facciosos, pe,ro no les eximía del proceso. Lo que bus– caban Pinecla y ChamOl'ro era un fallo que legalmente cond'enara el hecho anárquico, aunqu'e después se remi– tiera la pena; pero el representante de El Salvador, no había sentido el peso de los desórdenes que había pa– decido Nicarágua, ni le importaban; sólo quería lucir su "filantropía", palabra entonces en boga. El Gobierno. de Nicaragua fué cediendo en vista de las circunstanclas, porque su fin era consolidar la paz y el castigo sólo un medio para lograrlo. .

Mas no se avenía la dignidad del Director Pineda con ir bajando estas escalas después de haber procla– mado muy'em alto la necesida.d de la represaHª para evi– tar la reincldencia, y así hubo de dejar el poder al Sena– dor Fulgencio Gega, quien en decreto de 5 de enero de 1852 aceptó como existente el convenio de Chichigalpa, y dejó en libertad a los presos, siempre que imploraran por e~rito tal gracia al General en Jefe del Ejército, Fruto Chamori:o~

Todos los detenidos quedaron en completa liber– tad. Muñoz salió del país por el Realejo, el 11 de enero de 1852, 5 'méses y 7 días después del cuartelazo. El Lic, Abaúnza fué tra~adado a Granada para que lo juzgara la Asamblea, y después partió al destierro. El Dr. Máxi– m oJerez, como está dicho, se le separó de la suplencia de la Representación Nacional, mientras no se vindicase de su participación en el alzamiento.

i,)!:S digno de aplauso e!ite desenlace que dejó im– pune el crimen de la traición? No lo creemos así. La lenidad a veces es más delictuosa que el rigor del cas– tigo. El mal entendido pordón de un delito, la. indife– rencia por su represalia, dan casi siempre siniestros fru– tos de reincidencia. Eso querían evitar Pineda y Cha– morro, pero no les fué posible a causa de' las influen– cias extranjeras que debían tomar muy en cuenta. Ya se vió que ellos se avinieron a declarar que garantiza– ban la vida de los facciosos, pero que debían ser de al– gún modo sancionados; mas ni aun eso fué aceptado. Las consecuencias se notaron bien pronto. Hubo muy luego otra guerra civil atroz, injustificada, con asesina– tos, saqueos e incendios; privó el criterio de considerar a los filibusteros como hermanos, y vinieron a colmar nues– tras desgracias, en que vimos cas naufragar nuestra pe– queña autonomía.

Fruto Chamorro había cumplido su misión en Oc– cidente, y a mediados de enero de 1852 regresó con un ejército a Granada. En la prensa de la época, aun en la extranjera, encontramos elogios para su comporta– miento moderado, ecuánime y hábil en el desempeño de su delicado cargo.

En Granada iba a escribir una de las más brillan– tes páginas de su carrera de hombre público. El 6 de febrero de 1852 dictó su orden del día en que se daba de baja junto con sus compañeros de armas. Pero este hecho fué calculado para dar un buen ejemplo, y así lo hizo constar en aquel documento. Después de rendir las más expresivas gracias -dice esa orden del día- a los jefes y oficiales que le acompañaron en la campaña, "tanto de parte del Gobierno por sus patrióticos servi– cios, como en la mía por las consideraciones con que me han honrado, quedan el día de mañana de baja junta– mente con el que suscribe, para probar al Estado entero

58

que si empuñamos las armas, fue sólo para salvar al Es– tado de los tiranos y no para perpetuarnos en los des– tinos <;on que el Gobierno nos honra.... . Quizás. habéis compuesto el primer Ejército de Nicaragua que honre a su gobierno, y del que no habrá el menor motivo de queja".

Fruto Chamarra acabó primero con la Comandan– cia General de las Armas, renunciando del poderoso car– go conferido a su persona. Ahora se desprendía de un mstrumento que podía servirle para fines ulteriores, pa– ra as~gurarse el poder supremo en las próximas eleccio– nes Sl era verdad como sus ditractores lo afirmaron des. pués, q\le lo devoraban ambiciones personales de poder

y grandeza. •.

10; FRUTO CHAMORRO y EL OBISPO VITERI

Mientras Fruto Chambrro estuvo en León como General en Jefe, ocurrió un incidente con el Obispo Vite– ri y Ungo.

Según el Prelado, aquel dictó un decreto el 3 de diciembre de 1851 en que declaraba propios del Estado

103 diezmos de la Iglesia. Como el Obispo reclamara so– bre esto, Chamorro lo mandó a amenazar con echarle un par de grillos y sacarlo del Estado.

. Es dudosa esta actitud de Chamorro que siempre fue moderado en sus maneras, pero también pudo ser un momento de exaltación, en que se expresa lo que uno mismo no piensa ejecutar. Como quiera que sea esta actítud de Fruto Chamorro, no podrá merecer n{lestra aprobación, por más que tenga sobrados motivos de excusa.

Desde 1832 venía haciéndose una guerra contra los c:iezmos de la Iglesia, renta suya que le era indispensa– ble para subsistir. Sin embargo, la ley de aquel año que despojaba a la Iglesia de su propiedad, adjudicando

ct la República Federal los diezmos, había sido derogada en 1839; pero según nos informa el propio Obispo Viteri nesde 1825, después de la muerte del Imo. García Jerez; la Asamblea nicaragüense se había apropiado da la fa– cultad de distribur' los diezmos, y continuaba ese viciado sistema aun después de haber tomado posesión de la Diócesis Viteri y Ungo.

Este escogió el momento más inadecuado para re– clamarlos, cuando el gobierno necesitaba del último cen– tavo para debelar la facción y restablecer el orden en León y cuando toda voz disidente era peligrosa: además, había perjuicio contra el obispo a quien ,castellón acusa– ba de instigador al levantamiento, cargo que el Prelado desvaneció después en una información seguida ante el Vicario del Obispado.

Un motivo más de nuestra duda está en que Fruto Chamol'ro y Víteri se entendieron muy bien después de aquel rifirrafe. Dice Arancibia que Chamorra intimó

con el Obis,po y "llegó a concebir eS.peranza de que esa valiosa amistad perduraría, y le sería muy útil en el porvenir".

Asi se deduce de las cartas de Viteri al Padre Vi– jil. Según la del 13 de enero de 1852 poco tiempo des– pués del regreso de Chamorro· a Granada, el gobierno presidido entonces por el Senador Fulgencio Vega, devol– vió los diezmos al Obispo, quien comenta: "El Sr. Vega, con este acto de rigurosa justicia, ha cerrado la boca a la crítica y embotado los tiros de los que explotaban en este disgusto general para crear y fomentar odios a Gra– nada". No es posible concebir que Vega haya dado este paso sin pedir el Consentimiento de Pineda y el Conse– jo de Chamorro, demasiado metidos en la cosa pública y muy amigos de Vega para pasarlos inadvertidos en asunto de tanta monta.

Viteri y Ungo estaba mal con Castellón y Díaz Za– pata, y sin duda creyó que Chamorro era de las mismas ideas antes de tratarlo personalmente. Contra Castellón el Prelado leoné$ escribió palabras muy duras y concep– tos muy desfavorables. Refiriéndose a Díaz Zapata, atri– buye en parte a su nombramiento de Ministro de la

Page 85 - RC_1968_04_N91

This is a SEO version of RC_1968_04_N91. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »