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Guerra el Cuartelazo de Muñoz: "El Sr. Pineda -escri– be Viteri a Vijil (9. IX. 1851).- exasperó aquí algunos ánimos con sus manejos tercos y la elevación al Minis– terio de Guerra de un músico asesino y aborrecido".

Viteri comprendía que la política de estos dos su– jetos distaba mucho de lo que convenía a la Iglesia y a la religión de Jesucristo.

En otra carta el Padre Vijil (17. XII. 1852) lo ex– presa claramente.

"Lo que lacera mi corazón es la inmoralidad, esa impiedad torpe con que se intenta derrocar lo único que puede curar las llagas de la sociedad y regenerarla, que es el principio religioso: esto eS lo que me sume en la aflicción y me hace llorar por Nicaragua, que necesaria– mente debe correr la misma suerte que los otros países donde la palabra impiedad Se confunde con la de civi– lización, liberalismo, luces del siglo, etc. etc.".

En su misma carta decía el Prelado que él en sus

luchas sólo se había propuesta "La fusión de los parti–

dos por la influencia benéfica y social de la religión la armonia, la moralidad, la unión entre León y Granada" . . De todo resultó el aprecio personal y político d~

VI ten por Chamorro de modo que cuando el año s.i.guien– te se trató de elegirlo Director del Estado frente a la candidatura de Castellón, el Obispo fUe partidario de Fruto Chamorro.

Por lo que hace a la queja que el Prelado elevó a Su Santidad, en que le manifiesta que se trataba de dar una ley para someter su fuero a la Corte de Justicia no hemos encontrado indicio sobre ésto; si hubo tal proyec– to, nunca se realizó; tal vez lo explique el decreto de Pineda (4. XII. 1851) en que declaraba que no podría desempenar legalmente el cargo de cura o dignidad ecle– siástica quien lo hubiese obtenido después del 4 de agos– to, si sus titulos no traían el "pase" constitucional con– cedido por el gobierno legítimo.

CAPITULO 10

FRUTO CHAMORRO INTIMO

l.-Retrato. 2.-Costumbres. 3.-Carácter. 4.-Llaborio– sidad. 5.- Unidad de su vida. 6.-En familia. 7.-Ideas

religiosas. S.-Estile y grafología.

1. RETRATO

Al llegar a la culminación de la carrera política de Fruto Chamarra, es oportuno describir su persona físi– ca y moral.

Es difícil trazar su prosopografía, porque Fruto Chamarra no fue nunca aficionado a dejarse retratar. Sólo sabemos de dos retratos suyos: uno fue un bosque– jo que sacó Juan Irribarren sin advertirlo Chamorro, en un momento de descuido. Otro un daguerrotipo, re– cientemente encontrado y qUE: ha servido al artista Car– los Bolaños para dibujar un retrato de Fruto Chamarra, algo distinto del que hasta ahora se conocía.

Este último se halla en la galería de gobernantes de Nicaragua, en la Biblioteca Nacional, y es obra del pin– tor Remigio Jerez (hermano de Máximo). Por tradición sabemos que este retrato lo hizo el Sr. Jerez ya muerto Fruto Chamarra, de memoria y guiándose por el bos– quejo de Irribarren.

Personas que conocieron personalmente a Fruto Chamarra, el norteamericano Peter F. Stout y el histo– riador nicaragüense Lic. Jerónimo Pérez, nos han dejado descripciones de su aspecto flsico y de su carácter mo– ral.

Stout lo describe "de cinco pies y seis pulgadas de alto, corpulento. con aire de hombre "destinado a ha– cer algo de bueno en el munrlo"; seguro de su posición y habilidad. Su cara era ovalada. los ojos grandes, las 'facciones regulares, y muy atractivo en su persona. Su aspecto era el de una persona de buenas costumbres, y cuando hablaba. los ojos se le animaban con expresión de iovialidad. Para quien 10 veía por vez primera, pa– recía. todo menos lo aue sus enemigos y rivales hubie– sen querido que nensáramos de él. Contaba con la ad– hesión de sus oficiales, y depositaba absoluta confian– za en sus soldados: noseía el secreto de dominar a las masas con la oportunidad de los golnes rápidos que des– conciertan toda malicia, y se abandonaba a ciert'l con– fianza personal que a un mismo tiempo sorprendía y cautivaba ... "

Comparándole con Muñoz', resalta el cuadro con ventaja para Fruto Chamarra. Dice Stout: "aquel sin– cero y profundo patriotismo: aquella pura devoción por el bienestar de su país; aquel deseo de ser grande sólo en el corazón de sus conciu-ladanos; aquel menosprecio de la influencia extranjera; aquel descuido de sí mis– mo; aquel valor y perseverancia; aquella constancia de

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los innatos principios religiosos de Chamarra esas cua-lidades, no las tuvo nunca Muñoz;". '

Jerónimo.Pérez lo describe así con la gráfica breve– dad que constItuye el encanto del retrato literario: "Don Fruto era de muy pequeña, pero fuerte estatura; color broncea10, boca protuberante y risueña, ojo vivo, frer– te despeJada y convexa, un poco aplastada en las sienes

S~ :voz un tanto ,nasal, pausada y suave; y su estilo la– comco y sentencIOSO. Tenía un valor extraordinario v ;,uando adoptaba una determinación, era tan resuelt~ ;~

ürme, que nada podía hacerle ceder, cualquiera que fuese el éxito que Se le representase; pero como el hom– br s un conjunto de contrariedades. a este temple de al– ma runía una sensibilidad extrema, que le hacía verter lágrimas por la menor desgracia propia o ajena". Agregaremos qce la tradición nos lo desCoribe calvo, de una cabeza abultada, de cuerpo erecto nariz recta enérgica, los dientes asomándose baio el labio superiol: prognatismo característico de su familia. '

2. COSTUMBRES

Fruto Chamarra era de sanas costumbres, y resal– taba más esta cualidad suya en una sociedad donde a– bundaban las trasgresiones sociales.

A pesar de oue en sus mocedades fue hombre del campo, nunca se dijo que había tenido enredos con cam– uesinas, a pesar de que en el campo la ocasión era tan m:,opicia a contraer nexos ilegítimos. por otra parte muy frecuentes en aquellos tiempos. costumbre viciada oue heredaron nuestros abuelos de los conauistadores incli– nados " mirar con tolerartcia el concubinato. por la di– ficultad de traer muieres blancas dé España.

Jamás se le conoció a Fruto Chamorro ninguna a– ventura de esta clase, ni algún hijo ilegítimo que 10 de– nunciara. Y ya casado, nunca faltó a la felicidad con– yugal.

Era tan extremoso en los casos de respeto al sexo femenino, como lo declara la siguiente anécdota en que, por razones que se comprenden, omitiremos los nombres de los protagonistas.

Un señor de Granada pariente de Fruto, sedujo a

h viuda de cierta persona de consideración en aquella ciudad. Cuando se conodó este desliz, Fruto Chamo~

no reprochó a su deudo, haciéndole ver que no era pro– pio de un caballero 10 que había hecho y oue estaba obligado a reparar el desaguisado. En resumen, 10 con-

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